Los diezmos y ofrendas es algo personal del hombre con Dios. El hombre adora a Dios cuando le brinda liberalmente los diezmos y ofrendas, tal como lo hizo Abel, que le brindó de lo mejor del Rebaño (Gn. 4:4).
Abram, le brindó a su amigo Dios, todos los diezmos y ofrendas del botín de guerra; y recibió una extraordinaria bendición completa (Gn. 14: 17-20).
Jacob, hizo pacto con Dios de darle los diezmos y las ofrendas; y fue la bendición, que le valió el ser el dueño absoluto de la Nación más amada por Dios (Gn 28:1-4, 10-22).
El diezmo, las ofrendas, las primicias y la cuota voluntaria, son una imposición del buen creyente para con Dios, y así recibir el cumplimiento de las promesas; que a través de las cuales se recibe el beneficio (Nh. 10:32-39).
Por que Dios dice: “probadme ahora en esto, y haya alimento en mi casa”; atrévete a probar a Dios. (Mal. 3:6-12).
Dios lo tiene todo, no necesita nada del hombre, pero quiere que aprenda a cumplir con su deber y responsabilidad como creyente en Jesucristo (Am. 4:4-6).
El principio detrás de esta práctica rige para el sostén económico de la obra del (Dios) evangelio; que no ha de quedarse estancada, pues Pablo dice: “ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” (1 Co. 9:1-14).
Todo autentico cristiano, tiene que abrir su corazón a Dios, y colaborar con la expansión del reino de los cielos; no seas mezquino avaro, Pablo dice: “cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza, ni por necesidad, por que Dios ama al dador alegre. (2 Co. 9:7).
Si tú, no das voluntariamente y con alegría, Dios no te condena, te condenas tú mismo; por que el dice: “halla alimento en mi casa”, tú eres la casa de Dios, templo del Espíritu Santo. (He. 7:1-9).
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