miércoles, diciembre 24

ADORACIÓN

Culto o reverencia que se rinde a Dios por sus obras (Salmo 92.1-5) y por ser quien es (Salmo 100.1-4). Se expresa mediante oración (Génesis 12.8, Nehemías 9.13), sacrificio (Génesis 8.20), ofrenda (Génesis 4.3-4, 1 Samuel 1.3, Deuteronomio 26.10, 1 Crónicas 16.29), alabanza (2 Crónicas 7.3, Salmo 29.1-2, 86.9, 138.1-2), canto (Salmo 66.4), ritos (Éxodo 12.26-27), meditación (Salmo 63.4-5), temor (Salmo 96.9), ayuno (Nehemías 9.1-3, Lucas 2.37), fiesta y acción de gracias (2 Crónicas 30.21-22) y especialmente por la inclinación (Salmo 95.6, 1 Crónicas 29.20), y el servicio (Deuteronomio 11.13, Josué 22.27); estos dos últimos conceptos se expresan en hebreo y el griego por palabras que también significan adoración (Deuteronomio 6.13, 10.12-13, 2 Reyes 5.18, Mateo 4.10, Romanos 12.1), de modo que no se distingue entre servir y adorar o entre inclinarse y adorar.

La adoración externa y cultural debe nacer de una actitud interior (Isaías 29.13), que a la vez se expresa en obediencia y una vida dedicada por completo, “entero”, al servicio de Dios (1 Samuel 15.22-23, Miqueas 6.6-8, Santiago 1.27).

El adorador debe ser bueno, justo y recto (Salmo 15, amos 5.21-26), para que su adoración sea aceptada (Salmo 50.7-23, Isaías 1.11-20, Mateo 5.23-24, Juan 4.20-24).

Dios quiere que su pueblo le adore de verdad (Juan 4.23), pero sinceramente (Salmo 51.16-19).

Como adoración los patriarcas invocan el nombre de YAHVEH (Génesis 4.16, 13.4), celebraban el pacto (Génesis 15.7-21) y la sustitución (Génesis 22, Levíticos 17.11), y practicaban los lavamientos y purificaciones (Génesis 35.2, Éxodo 19.10), todo lo cual procede al culto más formal y complejo que se verá después en el Tabernáculo (Éxodo 35.45), y el Templo (1 Reyes 6.8, 2 Crónicas 20.31).

A pesar de esta evolución posterior, no se pierde el aspecto personal de la adoración (2 Samuel 17.18-29, Salmo 23, Isaías 5.6-9).

En el Nuevo Testamento el culto de la Sinagoga (Lucas 4.16-21) se adapta a las necesidades de la verdadera Iglesia, incluye alabanzas, salmos, cánticos (Efesios 5.19-20), lectura de la palabra, enseñanza, exhortación (Colosenses 3.16, 4.16, 1 Timoteo 4.13), oración y ayuno con fundamento, la Cena del Señor tomada con dignidad (Hechos 2.46, 13.1-2, 1 Corintios 11.18-34), profecía pero del Señor (1 Corintios 14), doctrina bien explicada, mensajes de poder y con poder, e interpretación (1 Corintios 14.26).

En ambos Testamentos el pueblo de Dios le adora públicamente (Hechos 2.7) en privado (Génesis 24.26-27, Daniel 6.10, mateo 6.5-6) y por familias (Génesis 35.1-3, Hechos 16.30-34).

Se prohíbe terminantemente la adoración a los hombres (hechos 10.25-26, 14.11-15, Esther 3.2-5), los ángeles (Colosenses 2.18, Apocalipsis 19.20, 22.8-9), u otra criatura alguna (Mateo 4.10, Deuteronomio 6.13, Apocalipsis 14.9-11).

La adoración a Dioses falsos, ídolos, imágenes, y figuras, es una ofensa que trae las más terribles consecuencias en todo el Antiguo Testamento (Éxodo 20.3-6, 32.1-11, 30.35, Deuteronomio 4.15-18, 18.19, Romanos 1.25).

En el Nuevo Testamento la adoración se dirige a Jesucristo (Mateo 14.33, Juan 5.22-23, Hechos 1.6, Apocalipsis 5.8-14). Y se destaca por el culto ofrecido a YAHVEH en el Antiguo Testamento. Explícitamente pertenece a Jesús de Nazareth (Filipenses 2.10-11, Isaías 5.23).

La adoración de Dios y al Cordero es la esencia misma de la vida celestial (Apocalipsis 4.6-11 y 13, 15.3-4, 19.1-8).

Adorar no es hacer escándalos ni bullas, mucho menos hacer pantomimas, ni ritos vanos.

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