sábado, enero 3

LA ORACIÓN

Dialogo del hombre, con ese ser Supremo, invisible, que le llaman Dios. Es un acto de adoración y comunicación, e incluye la presentación de nuestros deseos a Dios, en el nombre de Jesucristo, y con la asistencia del Espíritu Santo (Jn. 14.13, 14; Ro. 8.26, 27; Fi.4.6). Algunos consideran Génesis 4.26 como el primer registro de una oración publica.

La oración, juntamente con el ayuno era una de las prácticas del judío piadoso. En el Antiguo Testamento la oración estaba relacionada con el sacrificio en el templo, y después del año 70 a.d.C., los rabinos llegaron a sostener que la oración era “mejor que el sacrificio”. En la sinagoga, aquella tomó el lugar de este. Aunque no existe en la Escritura un orden al respecto, el judío acostumbraba orar por lo menos tres veces al día (Sal. 55.17; Dn. 6.10). Las horas de oración eran: La tercera, o sea a las 9:00 am. (Hch. 2.15). La sexta: 12 M. (Hch. 10.9), y la novena: 3:00 pm. (Hch. 3.1). Al orar se acostumbraba mirar hacia Jerusalén (2 Cr. 6.34; Dn. 6.10). Cuando la oración se hacia en los atrios del templo, el rostro se tornaba hacia el templo mismo. Ambas costumbres, la de las horas fijas de oración y de mirar hacia Jerusalén, fueron practicadas también por los primeros cristianos.

La oración no solo se practicaba en el templo, si no también en las casas o en los lugares apartados (Dn. 6.10; Lc. 1.10). Cuando se hacia en la casa, generalmente se usaba una habitación en la planta alta, denominada aposento alto, una especie de azotea (Hch. 10.9). La posición usual para orar era de pie (Mt. 6.5), aunque también se hacia inclinándose o de rodillas (Hch. 21.5).

El Nuevo Testamento manda a orar en todo tiempo (Lc.18.1; Ef.6.18; 1 Ts. 5.17), y en todo lugar (1 Tim. 2.8). De acuerdo con las Sagradas Escrituras, la actitud del espíritu del que ora es más importante que la hora, el lugar, la posición del cuerpo o las formas. Se debe orar con intensidad espiritual (Lc.22.44; Ef. 6.18; 1 Ts. 3.10). Con excepción de la oración de dedicatoria de diezmos y primicias en el Antiguo Testamento (Dt. 26.1-15), y del Padre Nuestro en el Nuevo Testamento (Mt. 6.9-13), las Escrituras no ordenan la repetición de formulas fijas de oración. Aun en el Padre Nuestro la intención es establecer los elementos principales que deben incluirse en toda oración cristiana, y en el orden de importancia en que deben presentarse.

En ocasiones ni las palabras son necesarias para que la oración sea eficaz (Neh. 2.4, 5), puede ser un acto de contemplación, o un dialogo entre el orante y Dios en el lenguaje del espíritu. En el más puro sentido cristiano, una lagrima, un gemido, o el silencio, puede convertirse delante de Dios en oración, o del más alto nivel espiritual (1 Sa. 1.10, 12,13; Ro. 8.26). La Escritura dice que Cristo pasó noches enteras en oración, probablemente no hablaba en voz alta, sino oraba en su fuero interno sin palabras siquiera. Esto es lo que hace practicable el mandamiento de 1 Tesalonicenses 5.17. La mucha palabrería y no la falta de palabras fue lo que Cristo censuró (Mt. 6.7). La oración no debe ser usada tampoco para ostentar religiosidad. En Mateo 6.5, Cristo no condena el hecho de la oración pública, sino la motivación orgullosa con que esta se hacía.

La historia Escritural revela un proceso evolutivo en la oración. En el Antiguo Testamento, con algunas bellas excepciones, la oración es un medio eficaz para conseguir bienes materiales y protección temporal. No muchos encontraban en ella un medio de comunicación verdadera con Dios.

En el Nuevo Testamento, la oración se convierte en forma más general en una experiencia del espíritu.

Disfrutar de la presencia de Dios y la unión con Cristo son los fines principales.

La oración ha involucrado generalmente adoración, por la cual expresamos nuestro sentimiento de la bondad y grandeza de Dios (Dn. 4.34, 35), confesión por la cual reconocemos nuestra iniquidad (1 Jn. 1.9), suplica por la cual pedimos perdón, gracia o cualquier otra bendición (Mt. 7.7; Fil. 4.6), intercesión con la que suplicamos por otros (Stg. 5.16) y acción de gracias con la que expresamos nuestra gratitud a Dios (Fil. 5.6).

Las sagradas Escrituras contienen pasajes en los que parecería que la oración pone al arbitreo indiscriminado del hombre los poderes ilimitados de Dios.

Sin embargo, esos pasajes son complementados por otros que establecen claras para la eficacia de la oración, a saber:

Relación del Hijo (Mt. 6.9, 26, 32; 7.11; 15:26), fe (Mt. 17:20; Lc. 11.24; Stg. 1.6), limpieza de vida (1 Tim. 8.2; 1 P. 3.7), armonía con la voluntad de Dios (1 Jn. 5.14), corazón perdonador (Mr. 11.22-26), persistencia (Gn. 32.22-31; Lc. 11.5; Hch. 1.14; 12.5; Ro. 12.12; Col. 4.2) y buenos motivos (Stg. 4.3).

Es responsabilidad Cristiana orar por los enemigos de uno (Mt.5.44), por los gobernantes (1 Tim. 2.1-3), los unos por los otros (Stg. 5.16), por que la obra de Dios se lleve a cabo ((Mt. 9.36-38), por que su Reino se establezca (Mt. 6.10); en Judas 20 se ordena orar en el Espíritu, y según Jesucristo lo mejor que Dios puede dar en respuesta a la oración es el Espíritu Santo (Lc. 11.11-13).
Entre los interrogantes con relación a la oración, algunos se preguntan: ¿Si Dios sabe lo que sus hijos necesitan antes de que se lo pidan, y si ya El tiene un plan para cada uno, por que orar? ¿Por qué no se producen estas cosas espontáneamente? La Escritura enseña que se debe orar, por que aun cuando Dios sabe todas las cosas, El ha establecido intervenir en ellas generalmente en respuesta a la oración.

Es un asunto de fe y obediencia. Además de esta manera se le impone al hombre cierto grado de responsabilidad y se le permite desarrollarse y establecer un orden de prioridades.

La oración no tiene como finalidad decirle a Dios lo que debe hacer, ni como debe hacerlo. El Altísimo es árbitro absoluto de sus planes, pero siendo el hombre un ser moral, Dios no le impone su plan sino se lo ofrece – por medio de la oración el hombre conoce la voluntad Divina, la acata y es capacitado, para llevarla a cabo en su vida (Ro. 8.26, 27).

¿Por qué algunas oraciones no son contestadas? En realidad todas las oraciones son contestadas por Dios, lo que sucede es que a veces su respuesta es negativa. En ocasiones Dios explica el por que de su negación (Dt.3.23-26), si el que ora tiene absoluta fe, en el amor (Jn. 3.16; Ro. 8.32), la justicia (Gn.18.25), la sabiduría (Jud.25), y la omnipotencia de Dios (Ap.1.8), estará capacitado no solo para aceptar las negativas o el silencio de Dios, sino aún las circunstancias que parezcan negar la eficacia de la oración, saldrá triunfante aún frente a los casos más desconcertantes (Mt. 11.10; 14.1-12).

El que ora de verdad, encuentra en ocasiones grandes obstáculos, no todos naturales; su personalidad, preocupaciones, limitaciones, tiempo, ambiente, ignorancia de lo que conviene (Ro. 8.26), tenga en cuenta que, para que la oración llegue a Dios tiene que enfrentar sea a las fuerzas espirituales de maldad (Dn. 10.12-14; Lc. 4.13; Ef.6.10-20). En esta lucha la única garantía de triunfo y victoria en la oración viene del Espíritu Santo (Ro.8.26-28; Ef.6.18).

Ora, oraciones fervientes, ora, oraciones eficaces. La oración ferviente mueve la mano de Dios; la oración eficaz vence lo imposible, la oración constante mueve montañas.

Recuerda: Dios no oye a los pecadores, pero, si alguien es temeroso de Dios y hace su voluntad a ese oye (Jn.9.31, Jn. 15.7), dice si permaneciereis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros. Efesios 3.20 dice: “por que el es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundante, de lo que pedimos, o entendemos; según el poder que actúa en nosotros; nuestro poder en la oración, hace que Dios actúe en su poder.

Si tú no tienes poder espiritual para creerle a Dios, no ores, por que sin fe es imposible agradar a Dios (He. 11.6), a Dios hay que agradarle, mire Eclesiastés 2.26.

La oración no es opcional. A lo largo de toda la Escritura vemos como Dios ha establecido ciertas condiciones fuera de las cuales no está dispuesto a obrar.

De hecho los estudiosos de la Escritura han encontrado 1.552 diferentes pasajes en donde la palabra “si” aparece como un condicionante.

Estos son pasajes en donde en efecto, Dios dice: “yo haré tal cosa por ti, si tu estas dispuesto a hacer esto por mí”. Obviamente la oración es la clave para desatar el poder de Dios, que libera al hombre y construye una iglesia fuerte positiva y creciente. Juan Wesley comentó en una ocasión: “Dios no hace nada sin la oración, y todo lo que hace es por medio de ella”. Si esto es verdad, es esencial que se desarrollen ministerios que ayuden a sus miembros a entender y aplicar los principios escritúrales acerca de la oración ferviente y eficaz.

Un gran guerrero de la oración el la historia, E.M.Bounds, escribió en uno de sus libros la siguiente declaración: “La iglesia de hoy no necesita ni mejor maquinaria, ni nuevas organizaciones, ni nuevos métodos, si no hombres dispuestos a ser usados por el Espíritu Santo; hombres de oración con poder, hombres de verdadera oración. El Espíritu Santo no fluye a través de métodos, si no a través de personas que oran fervientemente, no desciende sobre maquinas, si no sobre el hombre que hace oración eficaz, el no unge planes si no al hombre de oración constante.

Durante años, hemos disociado la oración y el evangelismo, sin recordar que la oración es precisamente el corazón de la gran comisión. Ambos ministerios se interrelacionan y la eficacia de uno depende siempre del otro. En Romanos 10.9, 10, leemos algo muy importante para todo buen cristiano, en el verso 13 agrega: “por que todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”, invocar es orar.

Es esta acción de parte del hombre la que abre su corazón a la experiencia de la salvación.

Sin la oración de confesión, la salvación no tendría efecto. Así, pues, es la oración la que finalmente lo conduce a ello.

EL CONFLICTO ESPIRITUAL
No se puede apreciar el valor de la oración sino se entiende el papel que ésta juega en la lucha espiritual en la que el universo está enfrascado (Ef.6.10-20).

En esta batalla se identifican cuatro fuerzas poderosas:

1. EL DESEO DE DIOS (2 P. 3.9). El deseo de Dios es que toda persona en la tierra tenga acceso al evangelio de Jesucristo. Es necesario que los cristianos descubran este deseo de Dios, para no tratar de excluirla del plan divino de Dios, a algún individuo, grupo social, grupo étnico, grupo territorial o ideológico (Hch. 2.21; Ap.14.6; 1 Tim.2.4).

2. LA OPOSICIÓN DE SATANÁS (2 Co. 4.3, 4). Es el propósito de Satanás evitar e impedir por todos los medios, que los perdidos en la tierra tengan acceso al evangelio de Jesucristo.

La venda que Satanás pone en los ojos de los incrédulos toma variadas formas, distancia, idioma, religión, nacionalidad, prejuicios, transfondo histórico, pobreza, valores culturales, intereses mundanos, etc. (2 Co. 3.14; Hch. 26.18).

3. LA TAREA DE LA IGLESIA (Mr. 16.15). Es tarea de la iglesia llevar el evangelio de Jesucristo a toda persona en la tierra. La única manera que Dios tiene para que las personas conozcan el evangelio es el testimonio abierto de los verdaderos cristianos. Esta no es tarea solo de las iglesias ricas o pobres, es tarea solo de los pastores o apóstoles - ¡No¡ los buenos cristianos tienen y deben dedicarse a un evangelio dinámico. Los cristianos deben y tienen que esforzarse por descubrir nuevos campos a su alcance para conquistarlos para Cristo (Ro. 10.14; Ap. 12.11).

4. EL PODER DE LA INTERCESIÓN (2 Ts. 3.1, 2). Es responsabilidad del autentico intercesor el de destruir las fuerzas de Satanás, que obstaculizan la evangelización del mundo. El trabajo evangelistico es una obra de la lucha abierta contra Satanás. Es una lucha espiritual, por tanto debe ser respaldada por la potente oración de los intercesores, hay muchas barreras que necesitan ser derribadas por medio de la oración.

Hay muchas costumbres que necesitan ser desarraigadas y mucha oposición que necesitan destruirse (Ef. 6.19; Jer 1.10).

ES EL METODO DE DIOS
1. PARA LIBERAR SU PODER (2 Cr. 7.14). La mayor parte de los portentos en la historia y en nuestra vida ocurrirán solo como consecuencia a la oración; la Escritura enseña que solo cuando alguien ora, sucederán cosas grandes, difíciles e imposibles. La iglesia, por ejemplo, nació como resultado del derramamiento del Espíritu Santo y se registró un avivamiento entre 3.000 personas (Hch. 2.41, 42), pero esto fue resultado de la oración perseverante de los legítimos cristianos (Hch. 1.14).

2. PARA REVELAR SUS SECRETOS (Dn. 2.19, 20,22). Muchas de las cosas que no comprendemos quedaran claras y entendidas por la persona que ora, como ocurrió con Daniel quien pudo declarar: “El revela lo profundo y lo escondido”. Cuando la iglesia pasa por tiempos de incertidumbre, cuando de la iglesia necesita conocer los planes de Dios para ella o para la comunidad, es necesario buscar tiempos de intimidad con Dios en oración (Sal.86.5, 6).

3. PARA DAR A LOS LÍDERES VALENTÍA (Sal. 34.4). Es posible que aun los más valientes se enfrenten a situaciones difíciles que los atemoricen. La oración es necesaria para liberarnos de nuestros temores (2 Sam. 22.5, 7).

4. PARA DAR A LOS LÍDERES SABIDURÍA (Stg. 1.5). Hay situaciones donde el cristiano se siente incapaz, donde desconoce la mejor forma de actuar, aparte del instinto, la experiencia y las habilidades. El cristiano necesita sabiduría, la cual vendrá solo al que la pida. Salomón recibió sabiduría en su reinado por que la pidió en oración (1 R. 3.7-9).

5. PARA DERROTAR A SATANÁS (Stg. 4.7, 8). El cristiano puede salir airoso ante los estragos de Satanás, solo si ora eficazmente, Jesús así lo declaró en el caso del muchacho endemoniado (Mr. 9.39).

PRINCIPIOS PARA LA ORACIÓN EFICAZ
Se ha dicho que la oración trae poder a nuestra vida, por que la oración es poder. Ningún cristiano es más grande espiritualmente que su vida de oración. Si esto es verdad, y creemos que lo es, la vida de oración del cristiano bien pudiera ser el aspecto más importante de su vida.

a. Debemos reconocer la necesidad de una vida de oración. Pareciera innecesario tocar este pensamiento, pero es verdad que muchos cristianos no reconocen la necesidad de tener un tiempo diario dedicado a la oración. Debemos hacernos esta pregunta básica:

“¿Tengo yo en verdad una vida de oración?”. Si su respuesta es: “algunas veces”, “no estoy seguro” ó “no”, quiere decir que simplemente no hay convencimiento sobre la importancia de la oración.

b. Debemos reconocer el hecho de que Dios responde a la oración. Se requiere poca sabiduría para concluir que una persona que duda de que Dios responde a la oración, dedicaría muy poco tiempo a ella.

Desafortunadamente siempre habrá aquellos que consideran la respuesta de la oración como mera coincidencia. Un conocido teólogo comentó a este respecto: “Cuando oro, suceden coincidencias; cuando no oro no suceden.”

c. Debemos reconocer los verdaderos propósitos de la oración. Toda oración debería tener tres propósitos principales:
1. Primero: glorificar a Dios.
2. Segundo: llevar al que ora a un cercano compañerismo con Dios.
3. Tercero: debe enfocarse hacia una gran cosecha de almas para Cristo.

Como lideres es importante que desarrollemos un hábito práctico y significativo de oración.

Alguien dijo: “es muy normal e inevitable que gastemos dieciséis horas de nuestro tiempo diario para pensar en asuntos del mundo, y solo cinco minutos para pensar en Dios. Este mundo parecería doscientas veces más real para nosotros que Dios”. En efecto, uno de los mayores problemas en la vida del cristiano es la falta de consistencia en su vida de oración. Para que nuestra vida de oración llegue a ser de verdad significativa, debemos incluir los siguientes principios:
1. Ser consistente
2. Ser sistemática
3. Ser equilibrada
4. Ser intensa
5. Ser compasiva

Analicemos estos principios con interés:

1. NUESTRA ORACION DEBE SER CONSISTENTE
El término consistente implica una fidelidad especial al ministerio de la oración. Si no somos consistentes en nuestra vida devocional jamás podremos desafiar a otros a hacerlo. El primer indicador certero de nuestra consistencia en la oración, es el tiempo que dedicamos a ella.

Para que nuestro hábito de oración sea consistente necesitamos:

a. Establecer un horario para orar (Dn. 6.10). Podemos notar que Daniel tenía un horario establecido para orar; realmente eran tres periodos diarios que él se separaba para orar. También vemos la expresión: “como lo solía hacer antes”. Todo esto nos muestra que Daniel iba ante la presencia del Señor en oración de una manera constante, gracias a un hábito establecido. Debemos establecer un horario para orar.
b. Destinar un lugar para orar (Mt. 6.6). para adquirir un habito consistente de oración, es (necesario) esencial destinar un lugar especifico para orar. Este puede ser su cuarto, oficina u otro lugar preferentemente donde se puedan evitar las distracciones de cualquier naturaleza. Debemos destinar un lugar para orar, que no haga tanto calor, ni mucho frío.


c. Una determinación inquebrantable para orar. (Sal. 5.3). Como lideres debemos entrenarnos a nosotros mismos, hacer una declaración diaria, ya sea mental o verbal, acerca de nuestro compromiso de oración.

Como lideres debemos hacer todo lo posible para desarrollar consistencia en nuestra oración diaria, esta meta se puede alcanzar con más facilidad si tenemos:

1. Una hora determinada para orar.
2. Un lugar destinado para orar.
3. Una determinación inquebrantable para hacerlo.

2. NUESTRA ORACION DEBE SER SISTEMATICA
Los cristianos que no tienen una vida consistente de oración carecen de ella generalmente debido a que tampoco tienen un plan sistemático para orar ¿Qué se requiere para desarrollar un hábito sistemático de oración?

a. Un propósito de oración (Mt. 6.7).
Jesús no dijo que era incorrecto repetir una oración significativa. El mismo repitió una oración tres veces, usando exactamente las mismas palabras en Mateo 26.44. Al contrario la enseñanza de Jesús se refiere a lo vació de las “vanas repeticiones” y lo hizo aun más claro al decir: “como lo hacen los gentiles”, Cristo quería que sus discípulos oraran con propósito.
b. La oración sistemática requiere también un plan de oración (Ef. 6.18). En Efesios, Pablo nos enseña a ponernos “toda la armadura de Dios, luego nos reta a dedicarnos a la oración abundante”.

Si observamos bien, la expresión “con toda oración”, nos damos cuenta que la exhortación es para que desarrollemos todos los tipos y clases de oración que nos son revelados en la Escritura. En el libro de la hora que cambia al mundo Dick Easman, se sugiere al menos 12 pasos que podemos seguir.

c. Un programa de oración.
Nuestro programa de oración debe incluir los puntos específicos por los cuales queremos orar, mientras que nuestro plan de oración se refiere a los “tipos” de oración que podemos incluir en nuestro tiempo con Dios. Así pues, para desarrollar un hábito sistemático para orar debemos fijarnos primeramente:

Un propósito para orar.
Un plan de oración.
Un programa de oración

3. NUESTRA ORACION DEBE SER EQUILIBRADA
Además de “consistente” y “sistemática”, nuestro habito de oración también debe ser “equilibrado” en su presentación, el equilibrio evita que uno ore solo por si mismo o solo por los demás. Podemos hablar de los tres enfoques necesarios a observar en toda legítima oración.
Un enfoque hacia Dios (Sal. 100.4)
Toda oración nuestra debe empezar con estar llena de un espíritu de alabanza. La alabanza, la adoración, la acción de gracias, y el canto, hacen legítimamente de Dios el objeto mismo de nuestra oración. Esto es enfocar la oración hacia Dios, hacia el cielo.
Un enfoque hacia los demás (hacia fuera) (1 Tim.2.1, 2). El enfoque hacia fuera o hacia los demás tiene que ver con el ministerio de la “intercesión”, que es la oración que hacemos a favor de las necesidades, intereses, y batallas espirituales de los demás. La intercesión, sin embargo, debe también ser equilibrada, no orando únicamente por los seres queridos o más cercanos, si no también por todos aquellos en el mundo que aun no conocen al Señor Jesucristo, y enfrentan dificultades.
Un enfoque hacia nosotros mismos (1 Cr.4.10). el traer nuestras necesidades personales ante el Señor, está claramente de acuerdo con las Escrituras. Esto también honrará a Dios grandemente. Pero debemos tener cuidado de presentar solo nuestras necesidades autenticas, y no aquellas que puedan ser egoístas. Jabes honró a Dios al pedirle por sus necesidades personales. Dios le dio todo lo que pidió por que su oración mostraba una confianza genuina, y una dependencia total de Dios.

Para que el enfoque de la oración hacia nosotros mismos sea significativo, debe estar centrada principalmente en las necesidades espirituales, y no únicamente en las físicas y materiales. Un buen cristiano ora con equilibrios entonces, cuando su oración tiene:

Un enfoque hacia Dios
Un enfoque hacia los demás
Un enfoque hacia si mismo.

4. NUESTRA ORACIÓN DEBE SER INTENSA
La palabra “intensa” significa “participar en una tarea, involucrándose en ella aun grado extremo”.

También significa “con tendencia a sentir algo profundamente”. Las Escritura nos habla mucho acerca de orar con intensidad, por ejemplo: leemos acerca de buscar a Dios con “todo el corazón” (Dt. 4.29; Ro. 8.26). ¿Qué significa, entonces, orar intensamente?

Una oración fresca, esto significa “avivada”, cargada de energía (Sal.5.1-3), nuestra vida de oración da un gran paso en cuanto a la intensidad, cuando damos a Dios nuestro mejor tiempo; ya sea temprano por la madrugada o en la noche, antes de dormir, sea cual sea el tiempo que separemos para orar, siempre debe ser lo menos vulnerable a las interrupciones.
Una oración alerta, Jesús enseñó a sus discípulos a “velar” y a “orar”. Cuando hablamos de velar se refiere a estar alerta en la oración. Pedro también habló de velar en la oración (1 P. 5.8). Estar alerta significa “estar atentamente vigilando (velando) sobre un asunto”, significa también, poner toda nuestra atención a todo asunto que está a nuestro alcance, sin permitir que escape el menor detalle. Mientras más atentos estemos, mejor podemos escuchar las soluciones de Dios a los problemas y situaciones que le presentamos en oración.
Una oración diligente. Una persona diligente es aquella que tiene determinación, que es entusiasta, fervorosa y celosa de las cosas del Señor (Job 19.25); un líder debe tener la determinación de nunca darse por vencido. Siempre debe estar deseoso de darse así mismo, diariamente en abundante oración, y ser entusiasta y celoso de cumplir con su compromiso diario (Lc. 18.1), nos habla de “orar siempre y no cansarnos de hacerlo”.

Nuestra oración intensa debe ser en definitiva:

Fresca
Alerta
Diligente

5. NUESTRA ORACIÓN DEBE SER COMPASIVA
La compasión se define como: “un sentimiento profundo de compartir el sufrimiento de otra persona con el fin de brindarle ayuda o apoyo y demostrarle misericordia”. Una definición más sencilla es: “sufrir con”. La verdadera compasión va más allá de sentir simpatía por alguien. Incluye además un fuerte deseo de aliviar el dolor que experimenta esa persona, al ayudarle a quitar la causa básica de su sufrimiento. ¿Cómo podemos desarrollar una oración compasiva?

Descubrir las necesidades. En Mateo 9.35, 36, vemos como Jesús fue a pueblos, y ciudades predicando y enseñando el evangelio. Cuando “vio” a las multitudes atadas por el pecado… fue “movido” por compasión.
Sufrir con esas necesidades. En Mateo 9, vemos como Jesús no solo vio las necesidades de las multitudes, sino que además fue movido a una acción específica con respecto a estas necesidades. Con el tiempo esta acción lleva a Jesús hasta la cruz del sufrimiento y el dolor (1 Tim. 2.5,6)
Compartir de si mismo para suplir estas necesidades. Ya que la gran compasión es sufrir con alguien que se encuentra en gran necesidad; un guerrero de oración necesariamente debe y tiene que involucrase en ayudar a satisfacer las necesidades por la que ora, la verdadera compasión en la oración siempre nos llevará a involucrarnos palpablemente (Hch.20.35).

Siempre debemos preguntarnos: ¿Qué puedo hacer yo para hacer parte de la respuesta de Dios a la oración? La respuesta a esta pregunta es la que determina que tan verdadera es mi compasión en esa oración. Así entonces debe ser la oración compasiva:

Descubrir las necesidades.
Sufrir con las necesidades.
Compartir de si mismo, para satisfacer las necesidades.

Todo esto se logra cuando tenemos el “fruto”, y estamos llenos del poder del Espíritu Santo. Pero para tener el fruto y ser “lleno del poder del Espíritu Santo”, tenemos primero que arrepentirnos y convertirnos (Ga. 5.22-25; Hch. 2.4; 1 Ts. 5.23).

El Apóstol Pablo nos da una buena recomendación en Romanos 12.9-13).

J51882934

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